jueves, 1 de septiembre de 2011

Somos la Mitad más Uno, somos el PUEBLO y el Carnaval

La semana pasada se dieron a conocer los números del escrutinio definitivo de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO).

No ocurrió nada que no supiéramos: Ganamos. Y por paliza. Y no por medio punto, o arañando los votos para llegar al 45% consagrado por el Pacto de Olivos. Tampoco el inmediato perseguidor estuvo a menos del 10% para soñar con forzar la segunda vuelta. No señor. Ganamos por escándalo. Sacamos más de la mitad de los votos, y al segundo (y al tercero, y al cuarto, etc, etc.) le sacamos varias vueltas de ventaja.

O sea que las cosas no son como dicen algunos, que medio país no quiere al gobierno actual. Esto queda demostrado, se trata de una falacia atroz. Nunca en la historia de la democracia, un gobierno tuvo el total de la aceptación popular. Ocurre que muchos no lo quieren pero con sano tino, la mayoría gana y gobierna. En este caso, se cumple la premisa. Por lo tanto, darle entidad a la minoría, que además está atomizada, al punto de que ninguno de candidatos opositores representa siquiera a la octava parte de la ciudadanía, es una cuanto menos, una aberración.

Resumiendo: Más de medio país quiere el modelo nacional, popular, democrático y participativo, y el resto… perdió. Poniéndolo en números, por cada uno de ellos, hay entre cuatro y seis de los nuestros, según el caso.

Tampoco es como dice el carnavalesco rey Momo, que los votos obtenidos por la presidenta constituyen el 34% del total del padrón. Se olvida que fuimos cerca de 11 millones de voluntades, mientras su jefe hablaba de 8 millones como un resultado ya casi definitivo. Si como dicen las últimas encuestas, Cristina Fernández obtiene alrededor del 53% de los votos emitidos y se acerca a sufragar entre un 78 y un 80% del electorado, el Momo se habrá quedado casi tan corto como su jefe... (Y no sería descabellado pensar que muchos de los votantes opositores no se presenten a sufragar en octubre, y por lo tanto, si bien el total de votantes pueda ser menor, el porcentaje de votos positivos para el oficialismo supere la cifra anterior).

2011 es el año de la reafirmación del modelo por sobre el entreguismo del Grupo A, la cipaya Sociedad Rural de sólo 2000 socios, el Noble diario antiargentino que vende mucho (cada vez menos) pero no tiene representación y la tribuna de doctrina del infame traidor Bartolo (cuyas ventas sí son representativas de lo más rancio de nuestra sociedad) quienes de todas formas no descansarán en sus intentos desestabilizadores.

2012 es el año de los centenarios. El de la bandera de Belgrano, que merece hacerle un lugar al azul y blanco como ya expresáramos, y el de la Ley Sáenz Peña, que permitió el voto secreto de las mayorías. Y precisamente el mejor homenaje que se le puede hacer al Centenario de la Ley Sáenz Peña es entenderla, aceptarla y defenderla. Y en realidad, esa aceptación lleva incluida la aceptación de principios básicos ya adoptados por nuestra sociedad.

· Todos los votos, valen uno. No hay quien pueda creer, suponer o esperar que su voto vale más que el de cualquier otro ciudadano.

· Las minorías, deben aprender a aceptar la decisión de las mayorías. Si los que pretenden seguir adelante con el modelo actual son en conjunto la mayoría de las voluntades del país, habrá que aceptarlo, sin hacer mención a diferencias raciales, de género, sexuales o de ninguna índole.

Aquellos que creen que el pueblo se equivoca, o vota mal, olvidan que la gente vota, mitad pensando en sí misma y cuando le va bien premia al gobierno que trabaja en post del bienestar de la población y mitad pensando en la grandeza de la patria, es decir, por principios y no “contra” algo.

De manera que, como dice una canción popular futbolera, “a ver si lo escuchan, a ver si lo entienden” … “somos la mitad más uno, somos el PUEBLO y el carnaval”. De modo que ganadores y perdedores, a trabajar por el engrandecimiento de la nación, cada vez más justa, libre y soberana.

Y no olviden también, unos y otros, que “los años más felices, siempre fueron peronistas”.

El Entrismo (algunos intelectuales junto al Modelo Nacional)

Decía en mi comentario sobre el último libro de José Pablo Feinmann en una de las primeras publicaciones del blog, que es una muestra excelente (y realizada con mucha altura) del concepto de "entrismo". Es decir, permite entender el concepto con nitidez. Y no pretendo juzgarlo por ser tal, sino hacer algunos comentarios al respecto.
El entrismo fue aquel movimiento tendiente a agregar nuevas ideas a las originales del peronismo, para agrandarle su base de pensamiento y social, y en lo posible, moverlo tal vez un poco hacia la izquierda. Es el motivo por el que Feinmann y otros intelectuales se acercaron al peronismo en los 70s, sin dudas con las mejores convicciones, por el que se fueron a mediados de los 80s (este tema dará para otro análisis más sesudo alguna otra vez, que estoy elaborando) y por el cual se volvieron a acercar veinte años después con el advenimiento de Néstor Kirchner al gobierno.
Digo que es una muestra excelente, porque Néstor (tanto pragmático como puro) fue un político muy inteligente, y Feinmann se muestra impoluto, con la limpieza que dan las ideas, pero sin haber bajado nunca al llano, o como se dice en el barrio, "sin entrar jamás al área chica".
Decía que muchas veces el entrismo se trató de Aportar muchas ideas (algunas nuevas, otras no tanto), pero por lo general, sin arremangarse junto a la clase obrera. O intentar explicar los problemas de los argentinos, con ideas que no nacieron aquí, o no se pensaron en el contexto nacional. Por este motivo precisamente, nunca se habló de un Jauretche o de un Scalabrini Ortiz como entristas y sí como representantes del pensamiento nacional.
El entrismo era acercarse al peronismo en tanto representante de la clase obrera. Pero en los 70s se lo hizo repitiendo los errores de la izquierda pre-peronista. Leyeron a Perón, a Evita, a Cooke y hasta se sumaron a los grupos más radicalizados. Y se dieron el gusto de renegar del "viejo". Pero olvidaron la parte más importante. Se olvidaron de mezclarse con la clase trabajadora. Los "grasitas" de Evita. Igual que les pasó a comunistas y socialistas en la década infame, Y es allí entonces donde repitió Feinmann errores del pasado, tanto en su primer acercamiento al peronismo, como en el último.
Para no repetir 100% el error, le propuso a Néstor romper con el peronismo, o con el "aparato" partidario. No se dio cuenta de algo.
El Peronismo, no son solamente Perón, Evita, la marcha, el escudo y todo el amplio abanico que vino después. El Peronismo es una construcción permanente, colectiva, y al mismo tiempo individual de cada uno de quienes nos sentimos peronistas, que evoluciona. Por eso Néstor, que lo interpreta y comprende a Feinmann, pero está algunos pasos por delante de este, lo invita a acompañarlo al conurbano. Para enseñarle peronismo en vivo y en directo. Porque precisamente, mejor que decir, es hacer. Y Feinmann no se anima.
Y ese no animarse, resume el entrismo (y en especial al de Feinmann) en una de las grandes frases de ese maestro del pensamiento nacional que supo ser don Arturo Jauretche: "Organicémosnos, y vayan".