No ocurrió nada que no supiéramos: Ganamos. Y por paliza. Y no por medio punto, o arañando los votos para llegar al 45% consagrado por el Pacto de Olivos. Tampoco el inmediato perseguidor estuvo a menos del 10% para soñar con forzar la segunda vuelta. No señor. Ganamos por escándalo. Sacamos más de la mitad de los votos, y al segundo (y al tercero, y al cuarto, etc, etc.) le sacamos varias vueltas de ventaja.
O sea que las cosas no son como dicen algunos, que medio país no quiere al gobierno actual. Esto queda demostrado, se trata de una falacia atroz. Nunca en la historia de la democracia, un gobierno tuvo el total de la aceptación popular. Ocurre que muchos no lo quieren pero con sano tino, la mayoría gana y gobierna. En este caso, se cumple la premisa. Por lo tanto, darle entidad a la minoría, que además está atomizada, al punto de que ninguno de candidatos opositores representa siquiera a la octava parte de la ciudadanía, es una cuanto menos, una aberración.
Resumiendo: Más de medio país quiere el modelo nacional, popular, democrático y participativo, y el resto… perdió. Poniéndolo en números, por cada uno de ellos, hay entre cuatro y seis de los nuestros, según el caso.
Tampoco es como dice el carnavalesco rey Momo, que los votos obtenidos por la presidenta constituyen el 34% del total del padrón. Se olvida que fuimos cerca de 11 millones de voluntades, mientras su jefe hablaba de 8 millones como un resultado ya casi definitivo. Si como dicen las últimas encuestas, Cristina Fernández obtiene alrededor del 53% de los votos emitidos y se acerca a sufragar entre un 78 y un 80% del electorado, el Momo se habrá quedado casi tan corto como su jefe... (Y no sería descabellado pensar que muchos de los votantes opositores no se presenten a sufragar en octubre, y por lo tanto, si bien el total de votantes pueda ser menor, el porcentaje de votos positivos para el oficialismo supere la cifra anterior).
2011 es el año de la reafirmación del modelo por sobre el entreguismo del Grupo A, la cipaya Sociedad Rural de sólo 2000 socios, el Noble diario antiargentino que vende mucho (cada vez menos) pero no tiene representación y la tribuna de doctrina del infame traidor Bartolo (cuyas ventas sí son representativas de lo más rancio de nuestra sociedad) quienes de todas formas no descansarán en sus intentos desestabilizadores.
2012 es el año de los centenarios. El de la bandera de Belgrano, que merece hacerle un lugar al azul y blanco como ya expresáramos, y el de la Ley Sáenz Peña, que permitió el voto secreto de las mayorías. Y precisamente el mejor homenaje que se le puede hacer al Centenario de la Ley Sáenz Peña es entenderla, aceptarla y defenderla. Y en realidad, esa aceptación lleva incluida la aceptación de principios básicos ya adoptados por nuestra sociedad.
· Todos los votos, valen uno. No hay quien pueda creer, suponer o esperar que su voto vale más que el de cualquier otro ciudadano.
· Las minorías, deben aprender a aceptar la decisión de las mayorías. Si los que pretenden seguir adelante con el modelo actual son en conjunto la mayoría de las voluntades del país, habrá que aceptarlo, sin hacer mención a diferencias raciales, de género, sexuales o de ninguna índole.
Aquellos que creen que el pueblo se equivoca, o vota mal, olvidan que la gente vota, mitad pensando en sí misma y cuando le va bien premia al gobierno que trabaja en post del bienestar de la población y mitad pensando en la grandeza de la patria, es decir, por principios y no “contra” algo.
De manera que, como dice una canción popular futbolera, “a ver si lo escuchan, a ver si lo entienden” … “somos la mitad más uno, somos el PUEBLO y el carnaval”. De modo que ganadores y perdedores, a trabajar por el engrandecimiento de la nación, cada vez más justa, libre y soberana.
Y no olviden también, unos y otros, que “los años más felices, siempre fueron peronistas”.