domingo, 13 de mayo de 2012

Malvinas, Penetración Cultural y Cipayismo Criollo


Para la lectura del presente documento, recomiendo la introducción al mismo, que puede leerse aquí.

Soy revisionista por naturaleza. Y en varios órdenes de la historia. No solo la nacional y la política. Lo hago hasta para mis investigaciones periodísticas en otros ámbitos de mi interés.

El revisionismo implica ir contra lo establecido, no por capricho, sino cuando se tiene la certeza de que no refleja la verdad. Ello implica casi siempre, ganarse algún enemigo.

Y a lo largo del tiempo he aprendido que al enemigo se lo combate, pero también se lo respeta, en lo posible, sin jamás subestimarlo. Y en el caso que nos ocupa, de ningún modo nos vendrá mal reconocer que los británicos han sido muy hábiles a lo largo de los últimos doscientos años. Si aceptamos que no hay dudas de ello, podremos estar mejor preparados para el futuro.

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En este año estamos conmemorando varios hitos de soberanía. Y estamos recuperando lo que es  nuestro.

Durante febrero tuvimos en nuestra segunda mayor ciudad del país, la fiesta popular que significó el bicentenario de la creación de nuestra primera insignia patria.

Abril fue un mes especial, pues conmemoramos el 30° aniversario de la recuperación de nuestras Islas Malvinas, situación que, notese la diferencia, los medios de la antipatria se empecinan en llamar “invasión”.

También recuperamos la soberanía hidrocarburífera, con la nacionalización de YPF, que será ratificada y fortalecida, a través de una Ley del Congreso de la Nación.

Soberanía e independencia económica son sinónimos, y en ese sentido también debemos mencionar que tuvimos la actualización de la carta orgánica del Banco Central de la República Argentina, al servicio de la Patria y no de los capitales.

Y cerramos el mes con el acto del pasado viernes 27 de abril, que significó una demostración más de que la soberanía popular sigue vigente, y se refleja en la comunión de una líder, devenida en tal por su forma de aplicar y comunicar sus ideas, y la juventud de su pueblo, verdadera heredera de su legado.

Y Mayo es EL mes de la Patria. Tal vez el mayor hito de soberanía, sea precisamente el resurgimiento del nacionalismo bien entendido. Desde un tiempo a esta parte, que algunos ubican en los festejos del bicentenario, el pueblo ha vuelto a demostrar su orgullo por ser argentino.

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Debo decir que no se trata de un sentimiento nuevo, sino, que es algo que viene desde los albores mismos de la Patria, tal vez, desde las invasiones inglesas.
Y suele ser habitual, sobre todo cuando existen intereses, que a una acción le corresponda una reacción. Por ello también hay a la vez, otra corriente que no por minúscula no se hace oir, que al  contrario de la anterior, denosta al pueblo argentino y sus posibilidades.

Es en esta reacción, donde vuelve a aparecer la influencia britanica en nuestra política criolla. Existe tal prédica desde poco después de la revolución de mayo, y se resume en lo que luego Jauretche resumiría de forma excelente, como la Zoncera 14, es decir, la inferioridad del nativo contra el extranjero, en cualquier orden que sea, que es parte también de la madre que las parió a todas, es decir, civilización y barbarie.

Porque así como Scalabrini Ortiz nos enseñó la influencia británica en nuestra economía, Jauretche lo hizo incluso sin mencionarlos, en lo relativo al pensamiento social y político de la clase dirigente y de los formadores de opinión.

Así podemos apreciar como a precio de oferta, nos mandaron junto a la anterior en un combo la Zoncera 2 que indica que el mal de la Argentina es la extensión. Y como no hay dos sin tres, consideraron adecuado poder difundirlas a diario. Para ello, uno de los suyos creó un medio, dando origen a la Zoncera 38 (Dice La Nación…).

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Pongámoslo claro. El diario La Nación ha sido históricamente, por acción u omisión, a sabiendas o no, y a lo largo de los últimos 140 años desde su fundación, el órgano difusor de los intereses de la corona británica en nuestro país, mal que le pese a sus lectores. Para colmo, del viejo Bartolo se ha podido desmentir su anglofilia. 

Por ello allí han sido publicadas desde el pasado mes de febrero, cuando la cuestión Malvinas comenzó a recalentarse de cara al 30° aniversario de nuestra recuperación de las Islas Malvinas, ideas que no por tamizadas o redactadas de manera políticamente correcta, dejan de ser la muestra más cabal y precisa de los intereses británicos. Hoy vamos a referir dos ejemplos. 

El primero, corresponde al documento de los 17 intelectuales, que pretendieron desde una columna de la prensa escrita, dictarle la Política de Estado a una Nación, lo mismo que a las fuerzas políticas con representación parlamentaria, que apoyaron masivamente el rumbo elegido por el actual gobierno nacional.

Como bien señaló oportunamente el Senador Aníbal Fernández, el eje del documento era hacer mención a la palabra “autodeterminación” que si bien se refiere a la fundación de nuestro país, elípticamente intenta referir a la de los isleños, o sea, como dice el Senador, “un indiscutido y elevado gesto cipayo (y agrego que en la verdadera acepción de la palabra, ya no peyorativamente) para defender la posición británica en el debate”.

Evidentemente, esta gente que dijo que debemos conciliar los intereses nacionales con el principio de autodeterminación, no leyó ni los informes oficiales que cada uno de los países emitió luego de la contienda en lo referente a los antecedentes del conflicto, ni menos aún la resolución 2065 de Naciones Unidas (por lo que tampoco podremos pretender se tomen la tarea de leer el excelente suplemento titulado “Malvinas, Memoria, Verdad y Soberanía” que edita el diario Tiempo Argentino cada sábado bajo la dirección de Federico Bernal, lo cual les ahorraría trabajo para entender las razones del conflicto).

No han podido dejar en claro qué cosa es, o a qué se refirieron si no, cuando hacen mención a “el principio de autodeterminación sobre el que ha sido fundado este país”. Esta duda la plasmó oportuna y claramente el periodista Hernán Brienza, quien dudo que haya obtenido alguna respuesta convincente de parte de los intelectuales. Creo, como dije anteriormente, que se trató de un tiro por elevación, para dejar escrita la palabra mágica tan cara a las necesidades políticas de la corona.

Imposible también pasar por alto la inquietud de Osvaldo Bayer, que se sorprende por no haber conocido de parte de estos preocupados connacionales el mismo interés y pasión mostrados para con los kelpers, por los derechos de los pueblos originarios argentinos, quienes también habitan nuestra tierra tiempos mayores a la llegada de la “civilización” europea.

No quisiera caer en el repaso individual de los firmantes. Pero es imposible no hacer referencia a algunos de ellos. La señora Sarlo evidentemente no entendió el momento político actual. Aquello de “La fuerza del amor” seguramente en los últimos tiempos no lo vio pasar ni de cerca, y por ello tal vez resulta comprensible tanto odio.

Resulta indignante y triste a la vez, leer que Jorge Lanata diga que debemos olvidarnos de las Islas Malvinas, haciéndose acreedor a lo expuesto para la Zoncera 2. ¿La contienda militar tiene más valor a su juicio que las resoluciones de la ONU?

¿Y cómo puede preguntarse el historiador Luis Alberto Romero si son realmente nuestras las Islas Malvinas, al tiempo que se atribuye la potestad para enseñar y difundir la historia nacional y se rasga las vestiduras porque el gobierno nacional fomenta la creación del Instituto Nacional del Revisionismo Histórico Manuel Dorrego (del mismo modo que lo hizo con el Belgraniano, Sanmartiniano, Browniano y otros)?

¿Cómo y con qué derechos pretende este señor que la Patria pueda dejar en sus manos la educación nacional de las futuras generaciones? ¿Cómo puede catalogarse a una persona que movida por el odio político (maldad), y/o su poca capacidad de raciocinio (¿incapacidad?) escribe un documento crítico donde su ponencia se basa y gira alrededor únicamente de los escasos argumentos del enemigo? ¿Qué diferencia hay entre su postura y los exiliados de Montevideo que se unían al enemigo invasor? 
Lo mismo vale para su socia y compañera de desventuras, la señora Hilda Sábato.

Debo admitir que el caso de Romero, es para mí especial. Pues tuve la suerte o desgracia de leer su "breve historia" durante mis épocas de estudiante secundario, y sentía ya desde entonces sentía que allí se falseaba la realidad. Tal vez ese libro haya contribuido a despertar mi sentimiento revisionista.

¿Cómo no asimilar a todos los antes nombrados a la siempre mitrista Academia Nacional de la Historia, recordando que ya más de 50 años atrás, en el año 1967 esta institución de dudoso sentido patriótico fijaba posición acerca del Gaucho Rivero, considerándolo no el patriota que fue, sino como un bandido? No está de más recordar que esta postura se tomó luego de que dos de sus miembros, Ricardo Caillet Bois y Humberto Burzio investigaran los hechos consultando únicamente la documentación de origen británica, y ninguna de origen nacional, ni pretendieran consultar el Archivo General de la Nación. Valga entonces el reconocimiento al señor Mario Tesler, quien ha disentido con aquella postura y publicado uno de los primeros libros que reivindican la gesta de este verdadero héroe nacional, como fue el Gaucho Rivero.

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El segundo documento corresponde a la publicación del necromaníaco Claudio Negrete también en el mismo medio gráfico el pasado 21 de marzo. Allí dice que el reclamo de soberanía no es cuestión de estado sino mero “populismo” y reivindica los tratados de 1990 firmados por Domingo Cavallo mostrándolos como una “capitulación en términos diplomáticos”. Como dijimos, es claro para quién juega el diario La Nación. ¿Pero existen en nuestro país tantas plumas dispuestas a apoyar esta postura? Realmente, indigna, pero nunca les faltan voluntarios…

De todas formas, recomiendo la lectura del documento. Es una vuelta de tuerca a la retorcida politica inglesa, y demuestra lo que señalé al inicio del documento, acerca de la inteligencia con la que vuelven a la carga cada vez. 

Primero lo intentaron con los 17 intelectuales cipayos. La estrategia no funcionó, porque el documento es más que pobre, porque lograron número pero la cantidad no pudo garantizar calidad, y especialmente, porque es casi imposible que pueda salir algo bueno cuando el derecho no los asiste.

Entonces mejoraron la técnica y nos enviaron este artículo. Donde se nos pretende enseñar soberanía, diciéndonos que cuidemos el resto del país, antes de reclamar las islas. Que hemos perdido durante años aspectos de la soberanía (muchos a manos británicas y con la anuencia de varios medios periodísticos, en especial el que le da el espacio). Aunque mucho de esto que dice que hemos perdido sabemos que se ha recuperado en la última década, con este gobierno de signo nacional y popular, cosa que por supuesto, la nota se preocupa especialmente en no mencionar.

Finaliza mencionando que las Malvinas son Argentinas por historia y por derecho. Peeero, que debemos ser dignos de merecerlas, y pretende enseñarnos a hacerlo. Es decir, la zoncera 14, de la denostación del nativo a su máxima expresión.

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No va a faltar alguna próxima oportunidad. Seguramente, algún madrugado volverá a poner sobre la mesa las palabras del diputado radical Absalón Rojas, que en la década del '50 llegó a decir que las habíamos vendido 100 años antes (*). O no faltará pronto quien pregunte por qué motivo pasaron tantos años, entre Caseros y el Peronismo, que no se hizo el reclamo. Sencillo señores, eso es parte de la estrategia británica. Como éramos en la práctica su colonia, el cipayismo no reclamaba.

Para que quede claro: Bajo ninguna circunstancia los argentinos aceptamos, ni debemos permitir que se acepte en el futuro, a la contienda de 1982 (*) como generadora de derechos para los británicos, y del mismo modo tampoco renunciamos al legítimo reclamo de nuestra soberanía sobre las islas.

En primer lugar, porque el juicio de la historia no lo perdonaría y además, porque sería atentar contra la Constitución Nacional cuya cláusula transitoria primera indica que: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”.

Seguramente sea esta cláusula constitucional el verdadero motivo del reclamo de los 17 intelectuales desde el lugar que lo hacen, pues de eso de violentar la Carta Magna, la “Tribuna de Doctrina” mucho ha sabido a lo largo de la historia.

(*) Tampoco es válida la postura británica que considera que la no inclusión de una mención a la soberanía nacional sobre las islas en el tratado firmado en 1849 luego de la invasión franco-británica a nuestro país significa una renuncia de la República Argentina a sus derechos. Los aspectos allí tratados sólo hacían referencia a los sucesos ocurridos en el territorio continental argentino, durante los últimos años, no estando involucrados en el tratado, los sucesos de las Islas Malvinas.

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Para que se entienda claramente, tal como dijera Guido Croxato en un artículo publicado en febrero pasado, “Inglaterra no quiere el diálogo porque no tiene nada para alegar: sólo una guerra espuria ganada. Y la guerra no puede ser argumento válido para un país que presume de ser civilizado y democrático. No dialoga porque sabe que a la Argentina le asiste la historia, la razón y el derecho”.

Una solución pacífica al diferendo implica sentarse a negociar en condición de igualdad entre la Republica Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña. Si se han venido negando es porque son enteramente conscientes de que toda la legislación internacional les juega en contra. Que el acto de apropiación de unas islas que no eran suyas, en las cuales flameaba el pabellón argentino es insanablemente ilegal e ilegítimo y, porque como bien señaló Atilio Borón, “ni siquiera mil años de ocupación podrán redimir a los invasores británicos de ese pecado de origen”.

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Para cerrar, quisiera publicar la primera estrofa completa de nuestro himno nacional que ha cumplido un nuevo aniversario el pasado 11 de mayo. Pues parte del ocultamiento de nuestra historia, lo marca que el más bello de sus versos, se hubiera omitido de la parte que habitualmente cantamos.

Y así como bregamos por la reivindicación de la bandera Azul y Blanca para nuestra patria, hagamos votos para que todos volvamos a cantar completa, con la diestra en el corazón, bien fuerte, orgullosos y sin temor, la estrofa que dice:

¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.

Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.


lunes, 7 de mayo de 2012

YPF no es lo Importante (por Hernán Brienza)

Si tuviera que publicar cada entrada de Hernán Brienza que me resulta agradable, interesante o tal vez indispensable, este blog ya no tendrìa identidad propia. La que publicó el domingo pasado en Tiempo Argentino, es una de las que bien merecen ser releídas continuamente.
Tuve la suerte de escucharlo en el stand de Radio Nacional en la Feria del Libro, conversar acerca de estos temas cuando lo visitó el Senador Aníbal Fernández. Comparto la nota y todo lo que tan bien expone (y que a otros no nos sale de esa forma).



YPF no es lo importante                     Por:  Hernán Brienza  06/05/12
El signo de esta semana fue mucho menos grandilocuente pero mucho más profundo y denso. Me refiero a esa corrida, casi como una fuga, en tonos grises, de un hombre en geografías propias.
Advertencia al lector: el editorial no se referirá a la promulgación de la ley de expropiación de YPF. Pero no porque el autor considere que no se trata de un hecho histórico incontrastable. Tampoco es que no se sienta sorprendido por la abrumadora mayoría por la que fue aprobada la norma en el Senado y en Diputados. Sino porque considera que el signo de esta semana fue mucho menos grandilocuente pero mucho más profundo y denso. Me refiero a esa corrida, casi como una fuga, en tonos grises, de un hombre –que bien podía ser una escena de Rocky Balboa, ese boxeador humilde y tontuelo que puso en la lona al campeón de todos los pesos– enfundado en un jogging en geografías propias pero poco amenas para los argentinos. Con música épica, con carteles en inglés, con el Océano Atlántico de telón de fondo, ese hombre –cuyo verdadero nombre y circunstancias son ahora nimiedades– realiza flexiones hasta quedar exhausto y besar la des-tierra. La publicidad concluye con una frase que semeja una estocada con punta envenenada: “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino.”
La frase es ingeniosa. Pero es algo más aún. Es sutil. Primero porque no tiene el contenido belicoso que, por ejemplo, tenían las publicidades chauvinistas de bebidas alcohólicas realizadas con oportunismo para los mundiales. Pero sobre todo, porque tiene una pluralidad de interpretaciones, no es aprehensible, y es borgeana, en algún sentido. Se trata de un territorio-desterrado, de una propiedad-no propia, de un suelo argentino que es inglés y de un suelo inglés que será argentino. Y permite, además, la posibilidad de revisitar estos años. Porque no es un atleta de excelencia que viaja a Europa porque en su país no tiene oportunidades. No está construido sobre el mito de la exportación de “los mejores”, convirtiendo automáticamente a los que se quedan en nuestra patria en “los peores”, el lastre, los fracasados que no pueden escapar de un país decadente y en ruinas que se merecen por no estar a la altura de la “aristocracia” que huye. El protagonista de la publicidad corre, pareciera que huye, pero entrena. Entrena en su patria para competir en territorio ajeno. Él, como Luciana Aymar, gigante deportista que reta a su compañera porque no utilizó su derecho como mujer de elegir no quedar embarazada justo cuando hay que ir a competir a Gran Bretaña, son parte de los mejores. Están “aquí” y van “allá” temporalmente para conquistar unos metros de gloria. 
Sin la lógica de esa publicidad, la expropiación de YPF no habría sido posible. Porque, a decir verdad, el clima político, económico, ideológico que vive Argentina es hijo directo de aquella brillante definición que dio la presidenta de la Nación en el año 2007 cuando dijo “la batalla es cultural”. Porque en los noventa lo que había ocurrido, justamente, era que el neoliberalismo había ganado esa batalla. Cualquier hijo de vecino en los noventa recitaba el credo de las privatizaciones que rezaba, según el decálogo menemista pronunciado por Roberto Dromi: “Nada de lo que deberá ser estatal quedará en manos del Estado.” Pero hasta allí estaríamos discutiendo meras estrategias técnicas para llevar adelante, con pragmatismo, determinadas políticas públicas. Ni las privatizaciones son demoníacas por sí mismas ni tampoco las estatizaciones nos llevarán al cielo. Porque la batalla de fondo no es la pragmática sino la identidad, la conciencia nacional de quien decide utilizar una u otra estrategia en determinado momento histórico. ¿Se privatiza para beneficiar a la Nación? ¿Se estatiza para que las empresas privadas hagan fortunas a costa de ella? ¿Cuándo la dictadura estatizó la compañía Ítalo-Argentina de electricidad o la deuda de las empresas privadas pensaba en el bien de las mayorías o de los negocios privados? La pregunta de fondo es ¿para qué? Pero sobre, muy sobre todo, es ¿quiénes somos?
Y ese, en verdad, es el corazón de la cuestión cultural. El kirchnerismo, pero sobre todo Cristina Fernández, elaboró como máxima estrategia a largo plazo la reconstrucción de la identidad y de la autoestima nacional. Porque sabe que sin Nación no hay pacto social de convivencia. Y tampoco paritarias ni AUH ni ANSES ni Aerolíneas ni YPF. Por eso para poder instalar el neoliberalismo en los noventa dispararon donde más duele: en la identidad nacional. Primero la dictadura cívico-militar con sus publicidades contrarias a la industria nacional y con su pseudo patrioterismo infantil y belicoso que aplicó primero contra la “subversión”, luego contra Chile y como, finalmente, vio luz en Gran Bretaña, la emprendió contra la “Pérfida Albión”. 
La democracia decidió “desnacionalizar” a la sociedad, mientras la constante prédica del “periodismo montevideano” –aquellos escribas exiliados que desde Uruguay consideraban que a la “barbarie” americana se la combatía defendiendo los intereses de las potencias civilizadas– nos inculcaba que “este era un país de mierda”, que no podíamos administrar nuestras empresas y, prácticamente, durante el delarruismo llegó a proponer que el país fuera gobernado por extranjeros. Reconstruir la idea, y por ende, una praxis colectiva fundada en la apelación a la Nación es el legado más importante –recordemos la fiesta popular del Bicentenario– que el kirchnerismo aporta a la historia de los argentinos y a su futuro. Los argentinos podemos entrenar en nuestro suelo, competir en suelo inglés y, como si fuera poco, volver a nuestro país a vivir. Ya no somos exiliados. Ese es el mensaje. “Los argentinos tenemos Patria.” Pero ¿qué es eso?
Juan Domingo Perón concluyó su texto La comunidad Organizada con una iluminadora prosa. Decía: “Nuestra comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a ser conocimiento, busca ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo, presente, indeclinable. El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad. La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza:  Sentimos, experimentamos, que somos eternos.”
Acertada y elegante frase atribuida al filósofo Carlos Astrada: “La náusea está desterrada de este mundo.” Porque, para el Perón-Astrada no hay sinsentido vital donde hay patria y Nación. Y no se trata de una grandilocuencia esencialista, de una pomposidad momificada. Sino quizás de esa humilde idea del francés Ernest Renan: “Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; sin embargo, se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida.” La recuperación de la autoestima nacional fue seguida por esa explosión de orgullo que significó el pueblo en las calles festejando el Bicentenario. 
El desafío ahora es el de lograr la tan esquiva “unión”. Porque ya lo escribió con claridad Manuel Belgrano en mayo de 1810: “La unión ha sostenido a las Naciones contra los ataques más bien meditados del poder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento; hallando por su medio cuantos recursos han necesitado, en todas las circunstancias, o para sobrellevar los infortunios, o para aprovecharse de las ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado. Ella es la única, capaz de sacar a las Naciones del estado de opresión en que las ponen sus enemigos; de volverlas a su esplendor, y de contenerlas en las orillas del precipicio: infinitos ejemplares nos presenta la Historia en comprobación de esto; y así es que los políticos sabios de todas las Naciones, siempre han aconsejado á las suyas, que sea perpetua la unión; y que exista del mismo modo el afecto fraternal entre todos los Ciudadanos. La unión es la muralla política contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores é interiores; porque conocen que arruinándola, está arruinada la Nación; venciendo por lo general el partido de la injusticia, y de la sin razón á quien, comúnmente, lo diremos más bien, siempre se agrega el que aspira á subyugarla. Por lo tanto, es la joya más preciosa que tienen las Naciones. Infelices aquellas que dejan arrebatársela, o que permitan, siquiera, que se les descomponga; su ruina es inevitable.” 
La renacionalización de YPF, entonces, no es lo importante. Es apenas un síntoma. Porque sin identidad, sin autoestima y sin unión nacional nada es posible. Ni las políticas públicas dirigidas a las mayorías ni las exigencias de compromiso a los empresarios y trabajadores, o al “Ciudadano”. Lo fundamental, en términos históricos, es que el kirchnerismo ha logrado algo que años atrás parecía imposible: ha renacionalizado culturalmente a la Argentina.  
Nota original en: http://tiempo.infonews.com/2012/05/06/editorial-74846-ypf-no-es-lo-importante.php

miércoles, 2 de mayo de 2012

Malvinas, Penetración Cultural y Cipayismo Criollo - Introducción


Desde hace ya bastante tiempo que da vueltas en mi cabeza la idea de dejar unas líneas acerca de la publicación por parte de los 17 nuevos iluminados de la intelligentzia, de un documento que no por nuevo, aporta una visión diferente a la que históricamente han publicado los diferentes medios que trabajan en las sombras al servicio de los enemigos de la patria grande.

Para poder hacerlo, sentí necesario antes, hacer un repaso de la historia. Como toda la historia nacional sería inabarcable en este blog, traté de hacer foco, lo más brevemente que me fue posible, en la nefasta influencia que la penetración del imperio británico ha tenido en no pocos pensadores y plumas de nuestra patria.

Para comenzar, y a modo de introducción quiero recomendar la lectura del libro “La Otra Historia. El Revisionismo Nacional, Popular y Federalista” (Ed.Ariel 1ª Ed. Abril 2012) realizado por varios patriotas que además, son historiadores revisionistas, bajo la dirección de Pacho O’Donnell.

Uno de ellos es el Doctor Marcelo Gullo, quien en la página 27 cita un comentario de Hans Morgenthau que dice lo siguiente:
“El imperialismo cultural es la más sutil y, en caso de llegar a triunfar por sí sola, la más exitosa de las políticas imperialistas. No pretende la conquista de un territorio o el control de la vida económica, sino el control de las mentes de los hombres como herramienta  para la modificación de las relaciones de poder entre dos naciones.Si se pudiera imaginar la cultura y, más particularmente, la ideología política de un Estado A con todos sus objetivos imperialistas concretos en trance de conquistar las mentalidades de todos los ciudadanos que hacen la política de un Estado B, observaríamos que el primero de los Estados habría logrado una victoria más que completa y habría establecido su dominio sobre una base más sólida que la de cualquier conquistador militar o amo económico. El Estado A no necesitaría amenazar con la fuerza militar o usar presiones económicas para lograr sus fines. .Para ello, la subordinación del Estado B a su voluntad se habría producido por la persuasión de una cultura superior y por el mayor atractivo de su filosofía política”. 
MORGENTHAU, Hans, Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986, p. 86.
(La cita de M.Gullo a dicho autor se puede encontrar en varios sitios dedicados al Pensamiento Nacional a lo largo de toda la web).

¿Cómo se entiende lo anterior? La historia argentina se encuentra surcada, desde la independencia, por la interferencia por parte de la pérfida Albión, que, luego de desistir en su intento por conquistarnos por las armas, decidió hacerlo a través de la economía y peor aún, de muchas mentes nacionales.

Así, primero obnubilaron a Rivadavia, lo mismo a su socio, Manuel José García, y a Carlos María de Alvear, que es el tristemente célebre emisor de las siguientes frases en los primeros días de 1815, es decir, poco antes de la declaración de nuestra independencia:

“"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen.”
“Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos...”

Obviamente, al tipo que tiene la más bella estatua de nuestra ciudad capital, alguna mente pérfida de esas que tergiversaron nuestra historia quiso hacer llamar el Libertador (de hecho, la avenida porteña que lleva tal nombre, intentaba recordarlo, pero debió quitarse su nombre porque no resistía el más mínimo análisis).

No hace falta volver a hacer hincapié en el hecho maldito siempre ocultado por nuestra historia oficial, la heroica gesta de Obligado, que motivó el desagravio con 21 cañonazos por parte de la flota británica a nuestra insignia azul y blanca.

¿Y por qué no nos han enseñado en la escuela que García vendió la Guerra con el Brasil, o que años antes Alvear se arrodilló ante la corona británica, y nos ocultaron Obligado? Pues porque de haberlo hecho, nos hubiéramos dado cuenta de que Inglaterra había logrado mover los hilos de nuestra política, y por consiguiente, de nuestra economía nacional.

Avanzando en el tiempo, aparece don Bartolomé Mitre, tal vez el mayor cipayo de nuestra historia, de quien ya he expuesto demasiado en otros tópicos. Habrá que decir que en 1870 fundó el diario La Nación, tribuna de la doctrina que le dictó su graciosa majestad, cuyos intereses siempre defendió por sobre los del pueblo de su patria (el diario… y Bartolo también).

Durante el Centenario, se nos hacía creer que éramos el “granero del mundo” y la sexta potencia mundial, cuando en realidad sólo éramos la “granja de los ingleses”. Como se podrá ver, todavía hay quienes añoran aquella época.
¿Habrá muchos entre los 40 millones de argentinos que lo hayan vivido, o incluso sus padres como para desearlo de tal forma? ¿o será una muestra más del imperialismo cultural citado al inicio de la nota?

Avanzando en el tiempo (la recorrida la hago a grandes rasgos como para no aburrir, pues en definitiva esta nota será la antesala de la idea que pretendo mostrar) aparece el “Estatuto legal del coloniaje” en 1933, con la firma del vergonzoso y antinacional pacto Roca-Runciman, donde la oligarquía prácticamente se arrodillaba frente al imperio británico... Literalmente. Si el propio vicepresidente de la Nación, don Julio A. Roca (h) decía orondo que: “Argentina es parte integrante del Imperio Británico”.
Si hasta da indignación y vergüenza el volver a leerlo…

Por suerte para nuestra patria, por aquellos años surgían don Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y todo el grupo de FORJA, como también la corriente de lo que se denominó el revisionismo histórico.
Y más tarde lo hizo el General Perón, y tras él su pueblo un 17 de octubre, para juntos, cursar los que fueron hasta entonces los 10 años más felices de nuestra patria.

Todo ello fue posible por la fuerza de nuestro pueblo, pero también porque Inglaterra, luego de la Segunda Guerra Mundial, debió dedicarse a su reconstrucción y nos dejó de lado en parte (pues no se olvidó de retener los saldos favorables de nuestras exportaciones por caso).

La última aparición importante de la mano invisible de la pérfida albión en nuestra política fue la así llamada Revolución Libertadora, que vino a liberar a los intereses británicos en nuestro país (y a sus muchos defensores internos) de la influencia de la corriente nacionalista popular, democrática y participativa que representó el peronismo.

La guerra fría llevaría por otros caminos a los vendepatria vernáculos. El eje ya era otro. Y no habría lugar para terceras posiciones de momento.

A la Corona no le importó. El daño ya estaba hecho. La penetración cultural, a lo largo de los 100 años que iban desde Caseros hasta entonces, haría el resto del trabajo. A cada zonzo viejo que moría, le aparecía una zonza preñada, como decía Jauretche, y así, las consignas de la historia falsificada, se siguieron repitiendo año tras año, en especial, desde las instituciones que se suponía serias como la tribuna de doctrina, o la Academia Nacional de la Historia (sobre la que volveremos pronto).

Hasta que llegó Malvinas, y se hizo imposible ya reconciliar a la mentira histórica, con la realidad de 1982…
Pero las consecuencias de aquella contienda serán motivo de otra nota.

La Bandera Azul y Blanca por todo el país

Un poco de difusión entre tanta opinión...

Como habrán visto en la entrada anterior, la bandera Azul y Blanca estuvo presente en el acto de recuerdo a nuestros héroes de Malvinas llevado a cabo en Villa La Angostura.

Unos días antes, durante febrero, estuvo conmemorando el Aniversario del nacimiento del General José de San Martín en el Cerro de La Gloria en Mendoza.



En estos días también, como en cada una de las últimas ediciones de la Feria del Libro, el stand de Ediciones Fabro le hace el honor a la bandera Azul y Blanca.

Y por último, el pasado 29 de Abril estuvo presente junto a las también banderas azules y blancas uruguaya y de Artigas, en el barrio porteño de San Telmo, durante la celebración del carnaval de los residentes afrodescendientes a quienes cumplimos en saludar desde aquí, pues también son parte de la historia grande.


Como decía, entre tanta nota de opinión estaremos publicando las fotos de la bandera, a medida que la llevemos por todo el país. Esta bandera también es parte de la historia que no nos contaron.

Si tenés una bandera argentina azul y blanca, difundila con nosotros. Comunicate a ArgentinaAzulyBlanca@gmail.com y envianos tus fotos.