sábado, 24 de diciembre de 2011

No dejes que te la cuenten

Revisar la historia debe ser una obligación de todo argentino que se siente preocupado por nuestro presente, pues desconociendo la historia, estaremos renunciando a nuestro porvenir. Por ello desde este sitio, apoyamos la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
Por lo que representa como mirada nacional y popular de la historia, por la integridad y reputación de quienes son sus miembros, y porque su creación constituye una nueva muestra de parte del Estado Nacional, representado por el gobierno de los 40 millones de argentinos, de respeto a la pluralidad de voces.

Se han alzado voces contrarias a su creación, generalmente de parte de los guardianes de la oscuridad histórica y de la memoria de algún infame traidor a la patria también. Y también muchas voces en defensa de la decisión tomada por el gobierno.

Se ataca a Pacho O'Donnell, y en realidad, esconden otros motivos en el agravio: jamás le perdonarán que propusiera que un tramo de la actual avenida Sarmiento, en el barrio de Palermo, lleve el nombre de Juan Manuel de Rosas, único gobernador del país que no tiene una calle con su nombre en su ciudad, siquiera, como sí tienen grandes avenidas todos sus rivales políticos, muchos de los cuales, no dudaron en aliarse a fuerzas extranjeras. Ni mucho menos que reivindicara su nombre en dos libros, una biografía y una reseña de las causas y consecuencias de la Vuelta de Obligado, heroico episodio oculto por los detractores de la creación del nuevo instituto revisionista.

En definitiva, la pregunta sigue siendo ¿qué es la investigación de la historia, sin agregarle el reviosinismo de manera constante? ¿Termina alguna vez la tarea del historiador?

Para cerrar, quiero republicar la siguiente nota, aparecida el pasado domingo 18 en el diario Tiempo Argentino, por creer que resume de la mejor manera el pensamiento de muchos de nosotros.


El antiperonismo, un mal que muta a lo largo de la historia

Por Víctor Ramos Miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.

Primero fue contra los indios, luego los gauchos, luego contra los soldados de la independencia y las guerras civiles, luego contra los peones rurales y finalmente contra los obreros. El antiperonismo es racismo

La creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego levantó más polémica que cualquier programa de espectáculos en la televisión. Y eso es muy auspicioso. La Historia, que es una herramienta que puede ser utilizada para no repetir errores, y este instituto –que se debe dedicar a la investigación y a la divulgación– ya está cumpliendo sus trascendentes objetivos. El historiador y becario del CONI-CET, Luis Alberto Romero, continúa encendiendo la mecha de la polémica; ahora salió a los medios a denunciar a Faustino Siñeriz, vicepresidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –CONICET– por mandar una comunicación que según Romero parece: “Un texto de la Junta Militar, amenazando a todos, para que cada uno piense que tiene a un gendarme en su cabeza”, acusa. Pero la realidad es muy distinta. Parece mentira que un profesional de la Historia que debería ser riguroso con los datos, manipule los hechos de manera tan grosera. Esta situación pone en cuestión el método de análisis de Romero en cuanto a la historia, ya que falsea en nuestras narices un presente evidente. ¿Que habrá escrito en su profusa e inescrutable obra sobre el Medioevo?

Con motivo de la polémica contra el naciente instituto algunos académicos de la talla de Romero, Halperín Dongui, Sábato y Chiaramonte, se habían escudado en “la Universidad” en “el CONICET” en “la facultad” y esto naturalmente despertó la reacción de innumerables profesores e investigadores que siendo miembros de estas instituciones no se sintieron expresados por las ideas de estos referentes “liberales” o “sociales”. Esta situación determinó que el vicepresidente del CONICET señalara que los becarios que expresaran opiniones en el debate, no lo hicieran en nombre de la institución sino en forma personal ya que el CONICET es pluralista. ¿Cuál es la amenaza, señor Romero? “Me pegué un susto bárbaro, inmediatamente escribí para preguntarles qué querían decir”, aseguró el asustadizo académico. En una nota que suena a confesión, Luis Alberto Romero dice en el diario Clarín que: “Tras años de lidiar con el tema aprendí una cosa: en buena medida, el peronismo construyó al antiperonismo a su imagen. Creo que para la gente que disintió con Perón fue muy difícil no hacerse antiperonista. Por razones diversas, la primera casi de piel.” Romero se hace el dialéctico. Si el antiperonismo es cruel, persecutorio, fascista, asesino, fusilador e ilegal es porque el peronismo fue igual. “El antiperonismo es la imagen del peronismo”, dice Romero. Y agrega un condimento racista de contenido muy académico: es una cuestión “casi de piel”.

No es común observar en el ámbito universitario profesores abiertamente racistas –en cambio se escuchan solapados argumentos xenófobos envestidos de cuestiones migratorias– por eso las apreciaciones racistas de Luis Alberto Romero no deben quedar en el olvido ya que pueden contribuir a encontrar los fundamentos del antiperonismo.

No es como dice Romero en su pensamiento citado: “El antiperonismo es el reflejo del peronismo.” El peronismo no bombardeó el centro de la Ciudad de Buenos Aires provocando casi 400 muertos civiles; el peronismo no fusiló obreros, ni oficiales del ejército; tampoco el peronismo fue antidemocrático y proscribió a la oposición ni un día; contra los 18 años de los que fue víctima. No, Romero. El antiperonismo es un mal que muta a lo largo de la historia. Primero fue contra los indios, luego los gauchos, luego contra los soldados de la independencia y la guerras civiles, luego contra los peones rurales y finalmente contra los obreros. El antiperonismo es racismo. Lo que el académico Romero y una señora de la esquina de mi casa llaman una “cuestión de piel”

Estamos a la espera del debate con el presidente de nuestro instituto, doctor Mario “Pacho” O’Donnell, pero pareciera que le temen al más tolerante de todos los historiadores argentinos a quienes atacaron duramente llegando incluso a la descalificación personal. Salga del placard Luis Alberto Romero.

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