Mucho de mi pensamiento para este punto, mientras me daban vuelta las ideas en la cabeza, lo resumió de manera brillante dándome más ideas, Carlos Altamirano, autor del libro “Peronismo y Cultura de Izquierda” en una entrevista brindada al diario Tiempo Argentino.
Es increíble tener la idea en la cabeza y que tenga que aparezca alguien a quien reconozco que desconocía a decir lo mismo que uno pensaba en pocas líneas o de modo parecido como para que lo pueda tomar de guía. Obviamente compré su libro también, que estoy leyendo en estos días (cuando las lecturas de la interpretación de los resultados electorales de los homenajes a Néstor me dejan tiempo).
Siempre admiré muchos aspectos de aquella gente. Con sus aciertos y sus errores. Principalmente, el espíritu solidario que tenían, como no se había visto ni se volvió a ver en el país. Aquellos pibes militaban, iban a misionar a las villas, ayudaban a los más desprotegidos, discutían, crecían, formaban familias, y algunos también, consideraron que la opción armada era la alternativa a seguir, y se jugaron la vida en pos de su ideal. Sobre todo, me lo cuestioné muchísimo en mi juventud, durante los años ’90…
Altamirano hace una mención al kirchnerismo como heredero del camporismo, y que es también el gobierno de quienes se fueron de la plaza en 1974, y que a la vez no optaron por militarizar su lucha. Tal vez sea así. Pero seguramente también sea el gobierno de quienes leían los editoriales de El Descamisado, o de Evita Montonera, medios que intentaban no confrontar con Perón, buscando siempre la forma de entenderlo.
Volviendo al título, esta segunda entrega de la serie, intenta identificar como tal a Cristina, como “la mejor alumna” de entre aquella gloriosa y maravillosa juventud de los ’70.
Y hablando hasta aquí elípticamente de la juventud maravillosa, podemos colegir que fueron los Kirchner, aquellos militantes de La Plata, quienes tal vez sin ser los únicos, los que mejor entendieron la dinámica de aquellos años.
Y aquí deberíamos separar los tantos. La Juventud Peronista movilizaba a cientos de miles de personas por entonces. Lo hizo en Ezeiza, en la Plaza de Mayo, en Olivos, etc. Pero sólo una pequeña minoría de toda esa movilización era parte integrante, adherente, o colaboradora, de los distintos grupos armados. La mayoría de los pibes, no. Aunque existiera una real simpatía con los mismos.
Y aquí aparece nuevamente, dentro del grupo mayoritario, y a la vez en un ambiente altamente politizado como el platense, esa usina de ideas que resultó ser la pareja de Cristina y Néstor. La mayoría de nosotros somos uno políticamente hablando. Ellos tenían la ventaja desde entonces de formar uno entre los dos.
Es imposible no pensarlos como un remolino que se realimenta discutiendo cada idea continuamente hasta elaborarla bien, y formar un bloque sólido de principios para defender.
Para hacerlo gráfico: Si la representación de una idea para cualquiera (en nuestro caso pensando en términos políticos) solía ser la imagen de las lámparas con forma de gota, la de ellos dos son estas lámparas nuevas, de bajo consumo, con los haces de luces entrelazados, que además, iluminan mucho más fuerte y por más tiempo.
Ellos crecieron formando parte de aquella juventud maravillosa y gloriosa. No sabremos si se fueron de la plaza. Si lo hicieron, o lo compartieron, nunca cambiaron de bando. En cuanto pudieron, aunque tal vez les doliera alguna medida, volvieron a leer al Viejo. Estoy convencido que fue así. Y será fácil demostrarlo, cuando en las próximas entregas, desarrolle la idea de la “alumna modelo”.
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