domingo, 25 de mayo de 2014

Homenaje 2 a Don Arturo Jauretche a 40 años de su partida

Algunas citas de Arturo Jauretche a 40 años de su partida, mientras buscamos un sucesor que supere y mejore su obra para seguirnos guiando (lo cual viene a cuento de algo que leí hoy y publicaré en breve).

“Todo es historia. Porque la historia es la política del pasado y la política es la historia del presente”. Y así “la política de la historia falsificada tendió precisamente a cegarnos la visión de los fines históricos que son los nacionales, por fines ideológicos e institucionales. Así ha podido incorporarse a nuestra educación el dogma de que la finalidad de la emancipación argentina fue construir determinado régimen político, determinada forma institucional, y no ser una nación, poniendo en primer término lo formal y en el segundo la substancia. Esa es la tónica permanente de la enseñanza de la historia”.
“Lo que se nos ha presentado como historia es en realidad una política de la historia, en que esta es sólo un instrumento de planes más vastos, destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional, que es la base necesaria de toda política de la Nación. Así pues, de la necesidad de un pensamiento político nacional ha surgido la necesidad de un revisionismo histórico."

Hace ya más de 50 años, en “Política y Economía” ya nos instaba a ponernos del lado de la Patria:
“La cuestión es la cuestión nacional. De qué lado nos ponemos en la cuestión nacional. Del lado de la grandeza, de la soberanía, del destino a realizar, o del lado chiquito de un país dependiente, que llegó a puerto y que se resigna con su sucio destino de mediocridad. Porque si una es la opción, hay la posibilidad del soldado, como expresión de ese destino; si la otra, no hay más que la posibilidad del vigilante, que cuida en ese puerto de recalada que no pase nada, que todo esté en orden para los que lo utilizan como puerto, para cargar y descargar su mercadería”.

Y anticipándose a que el movimiento nacional y popular tomaría las banderas de Perón y Evita, y la suya propia, para llevarlas a la victoria, escribió:

“El país todo está en lo de la Patria Grande. Quiere seguir adelante. Hasta ahora le han mostrado, por exclusión, un solo camino para seguir adelante, y toma por ese. Nadie intenta ofrecerle otro, o mejor que otro, la ancha avenida por donde todos marchen confundidos e identificados y si es posible, llevando a la cabeza las viejas banderas y las bandas militares.
Conocen el camino. Son otros los que lo han olvidado, confundiendo un pequeño problema de hombres y de partidos con el problema de la grandeza nacional que rebalsa los hombres y los partidos.
La incomprensión no está abajo, sino que está arriba, y no hay rencor ni revancha que impida que la multitud marche hacia su bandera, cuando la bandera está donde debe estar”.

“Vencida la Confederación, nos quitaron el destino de Patria Grande para reducirla a la idea casi municipal de un estado administrador y una economía, un pueblo, una política internacional y fuerzas armadas complementarias de otros intereses nacionales distintos y opuestos a los nuestros. En definitiva, tener política nacional, o negarnos a nosotros mismos en una situación de dependencia social y cultural. Comprenderlo es imposible sin el conocimiento verdadero de la historia. Su conocimiento, es decir, su revisión, se hace imprescindible para reanudar aquellos hilos y darle al pensamiento nacional el sentido de Patria Grande al que va aparejada la posibilidad de ser efectivamente una Nación."


Como crítico acérrimo del monocultivo, pensando en las vacas, anticipaba lo que viviríamos con la soja. Aún nos debemos la industrialización de la producción agro-ganadera, que hace ya 50 años sabíamos que nos ayudaría a crecer como nación.

"Por razones políticas y casi filosóficas, no podemos comerciar con China. Si cada chino consumiese medio kilo de carne por año, no tendríamos el cupo necesario para cubrir ese mercado. ¡Entonces sí que tendríamos que aumentar la producción y tendríamos precio para convertir todas las praderas de la zona húmeda en praderas artificiales, y para poblar de haciendas toda la zona llamada “semidesértica” del país, que las admite, cuando la carne que hay que exportar no es el selecto producto que demandan las mesas  británicas, sino el modesto bife que necesita consumir un chino, o un malayo, un congolés, un venezolano, un cubano o un brasileño. Porque esos mercados representan no solo la exportación de carne, sino de comidas elaboradas, aprovechamiento hasta el máximo de los subproductos, industrialización de todo con salario e interés de capital que queda en el país".

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